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     El día de su boda, las mixtecas visten un huipil como el que se muestra arriba. La pieza de abajo, igual que la anterior, fue tejida con seda criolla y teñida con caracol púrpura y grana cochinilla por artesanas de la región.
 Durante el tiempo que los pes- cadores trabajaron libremente en la zona, hicieron todo lo que los mixtecos evitarían: tomaron a los ejemplares más grandes sin sa- ber que eran las hembras, no las
regresaban a su lugar de origen, ni respetaron las vedas, pues los japoneses premiaban a quien ti- ñera más madejas.
Noventa por ciento del cara- col se perdió en esa época. La población jamás se ha recupe- rado. “Antes de la llegada de los japoneses, los mixtecos teñían cientos de madejas; ahora solo unas cuantas y de pocos gramos”, lamenta Turok Wallace.
Ante la barbarie, los tintoreros alzaron la voz. Para hacer frente al llamado desesperado, se creó un grupo interdisciplinario, en- cabezado por Marta Turok, que ha logrado avances invaluables.
Uno de ellos se alcanzó en 1988. El Plicopurpura pansa fue reconocido como bien biocul- tural y, con ello, los mixtecos de Oaxaca y los nahuas de Michoa- cán obtuvieron la exclusividad del uso del molusco.
Aunque el caracol púrpura se encuentra sujeto a diversas normas de protección federal y vive en un área de preservación dentro del Parque Nacional Hua- tulco, aún no está a salvo, pues su alimento es cada vez más es- caso debido a que se le considera un manjar.
EL TERREMOTO QUE SECÓ EL MAR
maría candelaria ortega ha vivido en San Agustín, Huatulco, durante 43 años. Está muy preo- cupada porque dice que el mar se secó. “No habíamos sentido un temblor así de fuerte; después sefueelmar”.Habacuctambién está consternado. “Nunca había visto un vaciante así”, asegura.
María y Habacuc se refieren al descenso del nivel del mar tras el sismo de magnitud 7.4 del 23 de junio de 2020, con epicentro en La Crucecita, Huatulco. “La gente cree que el mar se alejó, pero tenemos la hipótesis de que una placa tectónica submarina subdujo a una terrestre, lo que causó que el nivel de la tierra se elevara”, precisa Javier Acevedo, maestro en ciencias.
El vaciante ha ocasionado la muerte de diversas especies, entre ellas el quitón, lengua de perro o cucaracha del mar, el alimento principal del caracol púrpura. No obstante, lo peor es la actividad humana, cada vez más fuera de control, en las dis- tintas áreas del Parque Nacional Huatulco.
Allí, en una zona protegida, los investigadores hallaron “una masacre”: conchas de caracol púrpura y quitón destrozadas. La escena es una constante. La atro- cidad tiene un objetivo: preparar cocteles que los turistas compran.
Durante siglos, en el antiguo mundo mediterráneo, las telas teñidas con moluscos figura- ron entre los objetos más caros, ya que se cotizaban en hasta 20 veces su peso en oro. Ahora, 100 gramos de coctel de caracol púrpura y lengua de perro se venden por 100 pesos en restau- rantes a la orilla de Huatulco.
Los mixtecos y sus aliados han luchado casi cuatro décadas por la conservación del Plicopurpura pansa; sin embargo, ahora hay más desafíos: proteger al quitón, remediar la escasez del caracol púrpura —que se niega a repro- ducirse en cautiverio— y lograr que los mexicanos aprecien la ancestral tradición indígena de teñir textiles.
Habacuc cumplió 80 años en enero. Aunque física y moral- mente está debilitado, inició el relevo generacional, lo que signi- fica que existe la esperanza de un mejor futuro para este molusco.
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fotos: cortesía del Museo franz Mayer; (arriba) la pieza pertenece a la colección rutH d. lecHuGa del Museo franz Mayer.

















































































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