De Tingüindín para el mundo, su deliciosa panadería
La panadería de Tingüindín es simplemente deliciosa, por lo que no debes perder la oportunidad de probarla junto a una taza de chocolate.
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Michoacán te ofrece su gastronomía, integrada por la sopa tarasca, las carnitas, los uchepos, y su panadería, justamente hoy te vamos a hablar de la que se produce en Tingüindín, que desde el 2009 se encuentra como marca colectiva registrada ‘Pan de Tingüindín Región de Origen‘.
La receta de este pan data del siglo XVI, se dicer que heredada por el mismo Vasco de Quiroga, quien le asignó a esta locación la vocación panadera.
La deliciosa panadería de Tingüindín se compone de tres variantes, las aguácatas, elaboradas con harina de trigo, granillo, azúcar y levadura para la fermentación; las cemas chorreadas, de piloncillo o azúcar y las empánadas de chilacayote endulzadas con piloncillo.
Asimismo algo peculiar de este pan es que también se hace en forma de triángulo.
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El proceso de elaboración de estos panes inicia desde la tarde anterior al proceso de hornearlos, cuando grandes batidoras eléctricas sirven para mezclar harina con azúcar, sal, agua, levadura y manteca vegetal, con la que se formará una masa base, que combinada con otros ingredientes formarán distintas piezas de pan. Esta masa se deja reposar toda la noche en una artesa de madera.
El trabajo comienza a las 3:00 de la mañana ya que se tiene que encender el horno tradicional de leña, el cuál tiene una forma redonda hecho de ladrillo con una base de baldosas debajo de la cual hay un hueco cuadrangular de cemento relleno con piedra de origen volcánico llamado “paragua”.
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A las 06:00 de la mañana los asistentes del panadero empiezan a cortar y pesar porciones de masa, agregándoles ingredientes extra.
En el caso de las cemas se le añade a la masa base canela en polvo y un poco más de azúcar; para la aguácata se mezcla la masa base y otra más que se prepara con granillo y piloncillo. En cuanto a la masa de las empanadas se les añade aguamiel y una mayor cantidad de azúcar.
Ya una vez que se han añadido los ingredientes las porciones se compactan golpeándolas contra una superficie, se engrasan para que no se peguen unas con otras y se aplanan con un rodillo, no sin antes decorar la parte superior con una masa diferente especialmente chiclosa y que no se estrella con el calor.
El panadero calienta entre las brasas los tablones que servirán para acomodar las piezas de pan, de hecho cuando se colocan las piezas en los tablones la levadura comienza a actuar elevando la masa. Posteriormente con una pala retira las brazas y cubre con trozos de lámina la boca del horno para conservar la temperatura.
El pan se deja en reposo durante unas horas, después de las cuales se empieza a “torear” el horno introduciendo alguna pieza para ver si ya está listo el horno y si sale quemada es señal desde que hay que esperar un poco más. Y cuando el horno está listo se ponen de tres a cuatro piezas en la superficie de una pala de largo mango.
Primero se hornean las empanadas a las que se les hacen unas pequeñas perforaciones para evitar que el pan se deforme por el calor. Poco a poco el pan crudo se va depositando en el horno, repitiendo la operación hasta que el horno se lleva. Posteriormente se colocan las aguácatas y posteriormente las cemas.
Cada carga de pan se hornea por tres minutos cuando la temperatura del horno es de unos 200° centígrados, pero puede llegarse a los 20 minutos cuando la temperatura del horno ha bajado hasta los 125° centígrados.
Una vez que ya están listas las piezas se les quita la ceniza con un trapo y se les cubre con una ligera capa de manteca de cerdo, lo que le da al pan un acabado brillante y las protege de la humedad. Algo curioso es que un buen pan de Tingüindín puede durar hasta 20 días suave y en buen estado.
Este pan después se vende en puestos a orillas de la carretera o dentro del poblado y se da de comer en muchos eventos de la vida de los habitantes de la localidad. Una tradición que puedes seguir también, ya que la panadería de Tingüindín es muy deliciosa.
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