¿Qué se necesita para que un área sea protegida en México?
Proteger un área natural en México es un deber colectivo para mantener el equilibrio con su entorno y quienes lo habitan.
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En México, la creación de un Área Natural Protegida (ANP) no ocurre por casualidad. Se trata de un proceso cuidadosamente regulado que busca asegurar la conservación de espacios con valor ecológico, científico, histórico o cultural. Estas zonas representan el compromiso del país con la biodiversidad y la sostenibilidad, al tiempo que garantizan que futuras generaciones puedan disfrutar de ecosistemas sanos y funcionales.
A continuación, te explicamos qué se necesita para que un área sea considerada protegida en México, los criterios que se aplican y las implicaciones que esto conlleva tanto para el territorio como para las comunidades locales.


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¿Qué es un Área Natural Protegida y cuál es su propósito?
De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), una ANP es un espacio geográfico que contiene uno o varios ecosistemas con características únicas: belleza escénica, valor científico o educativo, riqueza biológica o importancia histórica.
La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) reconoce a las ANP como una de las principales herramientas para preservar la biodiversidad y promover un medio ambiente equilibrado. Actualmente, México cuenta con más de 180 áreas naturales protegidas federales, que abarcan cerca del 11% del territorio nacional.
Criterios para declarar una zona como Área Natural Protegida
Convertir un espacio en ANP requiere cumplir con una serie de criterios legales, técnicos y ambientales:
- 1. Representación ecológica.
El área debe albergar ecosistemas representativos del país o contener especies endémicas, en peligro de extinción o procesos ecológicos esenciales. - 2. Valor científico, educativo o recreativo.
Las ANP pueden proteger lugares con potencial para la investigación, la educación ambiental o el turismo sustentable. - 3. Reconocimiento jurídico.
Toda ANP necesita un decreto legal de creación, donde se establecen sus límites, objetivos y categorías de manejo. - 4. Programa de conservación.
Se define un régimen de uso del suelo, zonas núcleo y de amortiguamiento, además de un plan que regule las actividades humanas. - 5. Registro oficial.
Finalmente, debe integrarse al Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SINAP), donde se garantiza su administración y seguimiento.
Lo que implica su creación
Cuando un espacio es decretado como ANP, se establecen medidas de protección que limitan el aprovechamiento de recursos naturales en zonas núcleo. Sin embargo, las comunidades locales pueden continuar actividades compatibles con la conservación —como ecoturismo, agricultura sustentable o manejo forestal responsable— siempre que estén reguladas por el programa de manejo.
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Estas áreas también contribuyen a conservar servicios ecosistémicos vitales como el agua, el suelo y la captura de carbono, además de servir como barrera natural contra el cambio climático.
Retos y oportunidades para su conservación
A pesar de su relevancia, las ANP enfrentan desafíos. La falta de presupuesto, la presión del crecimiento urbano y la tala ilegal amenazan su equilibrio. Además, la protección real depende de la participación de las comunidades y de una gestión eficiente que combine educación ambiental, financiamiento y vigilancia.
Proyectos impulsados por la CONANP y organizaciones civiles han demostrado que la conservación es más efectiva cuando las comunidades son parte activa del proceso, beneficiándose directamente del cuidado de su entorno.


Un compromiso compartido
Para que una zona sea considerada protegida, debe cumplir con requisitos ecológicos, legales y administrativos. Pero más allá de los trámites, lo esencial es garantizar que estos espacios cumplan su función de resguardar la vida y los recursos naturales.
México posee una riqueza natural incomparable; protegerla no solo es una obligación legal, sino también una responsabilidad colectiva. Porque un área natural protegida no se define solo por un decreto, sino por la voluntad de mantener vivo el equilibrio entre la naturaleza y quienes la habitan.
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