Restaurante

ZU⋅ZU Cocina de Campo: el sabor del descanso en la Roma



Entre el ruido constante de la ciudad y las prisas que parecen no dar tregua, hay un rincón en la Roma donde el tiempo baja el ritmo. Se llama ZU⋅ZU Cocina de Campo, y más que un restaurante, es una pausa.

Con un techo retráctil que deja pasar la luz, la terraza es un espacio para olvidarse del mundo. Pero, en realidad, Zu Zu tiene dos almas: una luminosa y abierta que invita a un brunch entre amigos y otra más íntima, de luz tenue, donde la conversación se vuelve confidencia.

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“Queremos que la gente se sienta como si hubiera salido de la ciudad, aunque esté en el corazón de ella”, dice el chef Óscar Lukini.

Del campo a la mesa, sin rodeos

La cocina de ZU⋅ZU se mueve con libertad. No busca reinterpretar lo rural, sino traer el campo a la ciudad, con platos que se preparan despacio, al centro de la mesa, para compartir. “Nos gusta que todo sea al centro porque somos una familia”, explica Lukini.



El menú cambia con las estaciones, pero conserva una misma raíz: ingredientes frescos, de temporada y locales.

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Hace unos días presentó su propuesta de otoño, la cual rescata los sabores cálidos y los productos de cosecha para disfrutarlos sin prisa, al centro de la mesa.

La experiencia comienza con un “caballito” de crema de calabaza de Castilla, suave y ligeramente dulce, acompañado de un crocante de pan de masa madre y un cremoso de cabra. Sabe a cosecha reciente y abre el apetito con discreción.

Después llegan los camotes rostizados sobre jocoque, miel de abeja y un toque de chile de árbol picado. El contraste es perfecto: dulce, ácido y apenas picante. Los brotes de cilantro y laurel cierran el plato con aroma fresco.

El fideo seco a los tres chiles tiene carácter, pero sin agresividad. La pasta, sofrita con adobo de chiles y acompañada de crocantes de parmesano y pesto, se transforma cuando se exprime el limón que viene al lado: el ácido amarra todos los sabores.

Luego, los rollitos de pato: fritos, dorados y bañados en una salsa de tamarindo con chipotle que equilibra lo ahumado y lo frutal; después los ravioles de betabel —rellenos de queso de cabra y albahaca— se sirven con un toque de romero fresco y un praliné de pistache que sorprende al final del bocado.

El fuego que transforma

El pollo al grill sobre puré rústico y las albóndigas al pomodoro muestran el lado más honesto del menú: cocina de campo sin pretensión, hecha con oficio. Las albóndigas combinan cerdo y res, se hornean lentamente y guardan un interior jugoso con notas herbales.


Entre los favoritos está el fettuccini al limón con camarones al grill, cubierto con bechamel y un toque de pimienta rosa. El secreto está en el limón: “Lo asamos y lo dejamos marinar dos semanas, así suelta el sabor real”, dice el chef.

Y para cerrar, el plato que ya es insignia: el risotto negro, teñido con tinta de calamar y coronado con hongos y flores de cempasúchil. Es untuoso, con ese punto entre el mar y la tierra que define la esencia del lugar.

La barra, un campo líquido

En la barra, el mixólogo Nico Zambrano lleva la filosofía de la casa al terreno de los tragos.

“El 80% de nuestra coctelería no tiene azúcar. Fermento las frutas una semana para extraer su dulzor natural, sin añadir nada más”, explica.

Sus bebidas combinan destilados artesanales, hierbas frescas e infusiones, pero también una novedad sutil: algunas llevan microgotas de THC no psicoactivo. “No es psicoactivo, es para sentir —sentir los sabores, estar más tranquilo, más presente”, dice con una sonrisa. La idea es simple: beber despacio, disfrutar más.

El gran final

Por supuesto que el cierre es dulce.

El flan de calabaza llega suave, con ese sabor que recuerda al horno y a las tardes de cosecha; lleva notas ligeras de especias que equilibran su dulzor natural.

Luego llega a la mesa el mousse de chocolate se sirve como un pequeño terrario comestible: tierra de cacao, frutos frescos y una textura aterciopelada en la lengua.

Son postres que no buscan impresionar, sino reconfortar, de esos que te obligan a bajar la cuchara despacio para alargar el momento.

Un respiro entre muros de madera

ZU⋅ZU es pet friendly y mantiene una atmósfera que se siente más como una escapada que como una comida.

Madera, vegetación y atención relajada hacen que uno quiera quedarse más tiempo del planeado. “Queremos que la gente se relaje, que se olvide del tráfico, que se sienta en el campo”, resume Lukini.

El menú de verano estará disponible todo noviembre, pero cada temporada trae sus giros. Si vuelves más adelante, busca el pulpo a las brasas a los tres chiles, servido sobre risotto de azafrán.

En ZU⋅ZU, todo —de los camotes al último sorbo de cóctel— parece recordarte que comer bien también puede ser una forma de relajamiento.

ZU⋅ZU Cocina de Campo
Roma Norte, Ciudad de México
Miércoles a viernes de 14:00 a 23:00 h
Sábados y domingos de 9:00 a 17:00 h
Instagram: @zuzu.restaurante
Terraza pet friendly

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Eliesheva Ramos

Como periodista tengo la misión, parafraseando al intelectual español Julio Anguita, de perturbar, de agitar el cerebro, de mover las conciencias. Para lograr esos objetivos me aferro al abecedario como otros se aferran al escapulario.

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