Zonas arqueológicas de Zacatecas: tesoros del norte que  conectan con el México ancestral 

Zacatecas, con sitios como La Quemada, Altavista, Cerro del  Teúl y Las Ventanas, demuestra que esta región guarda un patrimonio arqueológico  excepcional, lleno de historia y misterio.

Israel Pantaleon  ·  16 junio, 2025
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 Cuando se piensa en zonas arqueológicas en México, es  común que la mente viaje al centro y sur del país, donde se encuentran los grandes centros  ceremoniales mexicas y mayas. Sin embargo, en el norte, Zacatecas resguarda algunos de los  asentamientos prehispánicos más fascinantes y enigmáticos de Mesoamérica, que  sorprenden por su monumentalidad, conocimiento astronómico y conexión con antiguas rutas  comerciales. Estos sitios ofrecen una experiencia auténtica y profunda para quienes desean  redescubrir el legado de las culturas que habitaron el Altiplano Central y sus alrededores. 

Entre los más destacados se encuentra La Quemada, una ciudad fortificada construida en  piedra, ubicada a solo 50 kilómetros de la capital zacatecana. Su gran Salón de Columnas,  juego de pelota, sus enigmáticas calzadas, entre otros elementos, la convierten en un sitio  imprescindible para los amantes de la historia y la arqueología.  

La función del sitio ha sido motivo de debate entre arqueólogos debido a la diversidad de  elementos arquitectónicos y a su ubicación estratégica; algunos investigadores consideran  que fue un sitio ritual de gran importancia; por su ubicación elevada, muros, terrazas y  arquitectura imponente, también se cree que pudo ser una ciudad edificada con fines  defensivos; otros sugieren que formó parte de una red de rutas comerciales entre el centro y el  norte del país, sirviendo como punto de encuentro entre diversas culturas. 

Otro sitio notable es Altavista, en Chalchihuites, una antigua ciudad ceremonial que se  distingue por su trazo astronómico y su “puerta solar”, alineada con los solsticios y  equinoccios. Fue un importante centro ceremonial asociado con la llamada cultura  Chalchihuites, desarrollada en la frontera norte de Mesoamérica; y un punto clave en el  intercambio de bienes como turquesa, obsidiana y conchas. 

El sitio cuenta con patios ceremoniales, plataformas, montículos y estructuras alineadas,  además de una red de calzadas 



Ubicado en el sur de Zacatecas, en el municipio de Teúl de González Ortega, el Cerro del Teúl es uno de los asentamientos prehispánicos más notables del norte de México, no solo por su  arquitectura, sino por su larga ocupación continua —de más de 1,500 años—, algo inusual en  Mesoamérica. En este sitio se han hallado vestigios de viviendas, templos, talleres de  cerámica, áreas de producción de alimentos y una singular instalación para la destilación de  mezcal prehispánico, considerada la más antigua del continente. 

El cerro, que domina el paisaje, fue aprovechado de forma estratégica tanto para la defensa  como para el culto. 

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Enclavada en el municipio de Juchipila, en el sur del estado, la zona arqueológica de Las  Ventanas recibe su nombre por las aberturas tipo ventanas esculpidas en la roca de un risco  montañoso, que sirvieron como entradas a cámaras ceremoniales o de almacenamiento. Este  sitio destaca por su inusual arquitectura excavada directamente en la piedra, una técnica poco  común en Mesoamérica y que refleja un alto grado de especialización y simbolismo. 

Desde su cima, los visitantes pueden observar el valle del río Juchipila, lo que sugiere que este  lugar tuvo una función estratégica tanto defensiva como ritual. Se cree que formó parte de la  llamada cultura Aztatlán, que floreció entre los siglos IX y XIII, y que mantuvo nexos con otras  regiones del occidente y norte de México. 

Sin duda, el norte también fue escenario de civilizaciones complejas, centros rituales y rutas  comerciales de gran relevancia. Zacatecas, con sitios como La Quemada, Altavista, Cerro del  Teúl y Las Ventanas, demuestra que esta región guarda un patrimonio arqueológico  excepcional, lleno de historia y misterio. Recorrer estas zonas es descubrir otra cara de  Mesoamérica: una que dialoga con el desierto, la sierra y el cielo, y que merece ser conocida y  valorada. 

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