Máscaras y tradición: la historia de la lucha libre en México

La lucha libre mexicana ha ganado una popularidad en la sociedad mexicana y en el mundo.

Ricardo Vélez  ·  21 septiembre, 2024
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La lucha libre no es solo un deporte, es toda una cultura arraigada en la sociedad mexicana y que ha trascendido de generación en generación. 

La emoción de presenciar un combate en vivo, la simbología de las máscaras y la rivalidad entre técnicos y rudos son elementos que forman parte del tejido cultural mexicano. 

Sin embargo, se estima que en nuestro país esta práctica se inició en 1840, casi un siglo antes de su formalización.

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Los primeros encuentros de lucha libre tenían lugar en plazas públicas, teatros y plazas de toros, fusionando técnicas de lucha grecorromana con otras disciplinas marciales como el judo y el jiu-jitsu.

Historia de la lucha libre

Durante la invasión francesa entre 1864 y 1867, estos enfrentamientos adquirieron una forma de exhibición extranjera. 

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En 1863, Enrique Ugartechea se destacó como el primer luchador mexicano y sentó las bases de lo que conocemos como la lucha libre mexicana.

No obstante, comprender el surgimiento y la historia de este deporte, es imposible sin mencionar a Salvador Lutteroth. Él es considerado el progenitor de esta disciplina y fue un ex teniente de la Revolución.

En 1933, fundó la Empresa Mexicana de Lucha Libre, conocida hoy como el Consejo Mundial de Lucha Libre, cuya primera función tuvo lugar en la Arena México.

Este deporte continuó su expansión y en la década de los 50 surgieron las primeras leyendas de este deporte, como El Santo, Blue Demon y el Rayo de Jalisco.

En los años 80, nacieron nuevos ídolos, entre ellos El Perro Aguayo, Tinieblas, Lobo Rubio, Kato Kung-Lee y Blackman.

En los años 90, el espectáculo trascendió el ámbito deportivo al incorporar luces y efectos sonoros, convirtiendo cada presentación en un evento único.

Poco a poco, la lucha libre integró mayor diversidad, incluyendo combates femeninos y de luchadores de talla pequeña.

Sin duda, la historia de la lucha libre mexicana ha quedado plasmada en libros y películas, pero, sobre todo, en los cuadriláteros. Por ello, la mejor manera de experimentarla es viviéndola en persona.

Enrique Ugartechea, considerado el primer luchador mexicano, desarrolló en 1863 los cimientos de lo que sería la lucha libre mexicana, basados ​​en la lucha grcorromana.

Durante la década de 1950, surgieron en México quienes hoy son venerados como las leyendas de la lucha libre profesional, marcando lo que se conoce como la época dorada de este espectáculo. 

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A principios de la década de 1990, se decidió incorporar espectáculos de luz y sonido. Fue en estos años cuando surgieron en los cuadriláteros de todo el país luchadores como Octagón, Máscara Sagrada, Cibernético y muchos otros. 

También se comenzó a llevar a cabo más combates femeninos y con luchadores de estatura reducida.

Inicialmente, se empleaba un cuadrilátero de cuatro lados, pero a partir del año 2000 se introdujo el uso de un anillo hexagonal conocido como hexadrilátero. Asimismo, es común la utilización de rejas o jaulas en luchas de mayor intensidad.

Los luchadores mexicanos de estatura más baja se centran en técnicas que enfatizan el uso de llaves y maniobras aéreas para someter a sus oponentes.

En México, la mayoría de los luchadores pertenecen a la categoría de peso semicompleto.

Las luchas más intrigantes son aquellas en las que los luchadores apuestan sus máscaras (conocidas como “máscara contra máscara”) o incluso, en algunos casos, su cabello (conocido como “máscara contra cabellera”). Al perderla, se les prohíbe volver a usarla en el transcurso de su carrera.

La Arena México y la Arena Coliseo, situadas en la Ciudad de México, son veneradas como las catedrales de la lucha libre mexicana.

La lucha libre mexicana en el mundo

La influencia de este deporte mexicano ha trascendido fronteras, con sus representantes compitiendo en escenarios de renombre en Japón, Estados Unidos, España, Alemania, Inglaterra y Puerto Rico, entre otros países, donde han alcanzado estatus de leyenda.

El Santo, uno de los íconos más destacados de la lucha libre, es una figura que ha superado límites geográficos. 

A pesar de su fallecimiento en febrero de 1984, sus películas son consideradas auténticas joyas del supuesto cine surrealista mexicano, al nivel de las obras del renombrado actor y director Juan Orol. 

La inocencia y el evidente estilo descuidado con el que fueron filmadas son elementos que las vuelven tan atractivas, aunque parece que este efecto no fue intencionado desde el punto de vista artístico.

Es así como la lucha libre ha trascendido el tiempo y lugares siendo parte importante en la cultura mexicana en todo México.

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