Sicao.
En un país que dio al mundo el cacao y cuya cocina es Patrimonio de la Humanidad, el resurgimiento de una marca como SICAO representa más que una noticia de mercado: es una forma de honrar el oficio, la memoria y el sabor como parte de una identidad en transformación.
En México, el cacao es más que una semilla: es un legado. Fue moneda, fue ofrenda, fue medicina y alimento. Es historia que no se cuenta en libros, sino en recetas.
Y en un país que lo compartió con el mundo, pero que a veces ha sido desplazado de la narrativa global del chocolate, el regreso de una marca nacional como SICAO es, también, una forma de decir: aquí seguimos y sabemos hacerlo bien.
Tras un periodo de pausa e incertidumbre, SICAO —una marca de chocolate profesional hecho en México, respaldada por el grupo Barry Callebaut— regresa a escena.
Y lo hace no solo con una inversión renovada, sino con un mensaje claro: acompañar a quienes transforman el chocolate en historias, oficio y técnica.
No hay panadería, repostería ni cocina que no tenga sus manos llenas de historia. Las manos que baten, funden, templan, decoran, prueban.
SICAO se pensó desde el inicio para esas manos: las de los panaderos que aprendieron en casa, las de los reposteros que perfeccionaron su técnica en escuelas, las de los chocolateros que convierten cada barra en un lenguaje propio.
Más que un chocolate gourmet o aspiracional, SICAO se ha posicionado como una herramienta real para quienes viven de su oficio. Su portafolio incluye más de 15 productos —entre chocolates, sucedáneos y especialidades— diseñados para responder a necesidades concretas: desde una ganache o un glaseado hasta una bebida, un helado artesanal o un pastel. Y todo con un perfil sensorial pensado para el paladar mexicano.
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Desde 2010, la gastronomía mexicana fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Pero más allá del reconocimiento, lo que sostiene esa distinción es una red de personas, saberes y sabores que sigue innovando sin olvidar sus raíces.
En ese contexto, contar con un chocolate que nace en México, que se elabora localmente y que se adapta a las necesidades del mercado nacional, es más que una ventaja logística, es coherencia cultural.
El cacao está en nuestro origen. Y el chocolate profesional hecho aquí, con estándares globales, puede también formar parte de nuestro presente creativo y de un futuro que recupere lo propio.
Durante los últimos años, infinidad de proyectos gastronómicos —sobre todo independientes— enfrentaron escenarios difíciles. En medio de ese panorama, el trabajo de cocinar, hornear o crear con chocolate se ha sostenido con creatividad, pasión y persistencia.
SICAO regresa con un compromiso renovado hacia esa comunidad. No solo a través de sus productos, sino mediante programas de asesoría técnica, contenido educativo y un sistema de lealtad pensado para reconocer el trabajo diario de quienes siguen apostando por crear.
Porque en un país donde la cocina también es una forma de resistir, el acompañamiento importa. Y el ingrediente correcto, también.
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El chocolate no empieza en una cocina. Comienza antes, en las manos de quienes cultivan el cacao. Por eso, el compromiso de SICAO también se extiende a la trazabilidad y la responsabilidad social, especialmente a través de Cocoa Horizons, una iniciativa global que promueve el comercio justo, la educación y mejores condiciones para los productores de cacao en África Occidental.
Aunque el cacao mexicano sigue siendo escaso para abastecer la demanda interna, el objetivo a futuro es claro: construir una cadena de valor donde todas las manos que intervienen —desde el campo hasta la mesa— puedan vivir con dignidad.
Este relanzamiento no solo significa una vuelta al mercado, es una reconexión, una forma de agradecer la confianza de quienes han trabajado con SICAO desde sus inicios y de tender la mano a nuevas generaciones de creadores que ven en el chocolate un legado.
En cada pastel, en cada bebida, en cada tableta que se templa con paciencia, hay una historia que merece ser contada. Y SICAO quiere volver a estar ahí: como parte del sabor, como parte del proceso, como parte de la historia.
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