Uno de los sitios religiosos más importantes de la CDMX, además de la Basílica de Guadalupe y la Catedral Metropolitana, es sin duda el Templo de San Hipólito.
Todos los meses ofrece una misa en honor a San Judas Tadeo, y el 28 de octubre se celebra una amplia peregrinación de sus fieles.
Sus orígenes se remontan a los días en que se vivió la Caída de Tenochtitlan, pues aquí se encontraba una de los puntos de control que protegían la entrada a la ciudad.
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También fue aquí donde serían descubiertos los españoles por los mexicas, en la llamada “noche triste”. La historia dice que Hernán Cortés huyó desde ahí hasta el ahuehuete en Popotla, donde derramó unas lágrimas por su derrota.
En 1521, él mismo pediría construir un templo en honor a San Hipólito, un soldado del siglo II que fue canonizado por su servicio a prisioneros cristianos; y San Casiano, un tutor que se negó a adoptar nuevas figuras religiosas tras la llegada de los romanos a su localidad.
Ya en 1559, aumentaría el tamaño del templo, pues anexaron un edificio en el cual se recibían enfermos de pocos recursos y ancianos con demencia. Bautizado como Hospital de San Hipólito por Bernardino Álvarez, fue el primero en su tipo en América.
Unos años después, en 1740, fue construida la actual edificación del templo, se le agregaron las dos torres, que cuentan con una asimetría de 45 grados con respecto al edificio y la fachada recibió recubrimientos del estilo árabe Mudéjar.
El inmueble ha sido utilizado para diversos fines a lo largo de su historia, pues en 1843, durante el mandato de Antonio López de Santa Anna, el lugar se convirtió en un cuartel militar, poco después, en 1847, se fundó ahí mismo el Hospital Militar de Instrucción y para 1850 dio paso al Hospital Municipal, para posteriormente ser sede de la Escuela de Medicina.
Para la década de los 50 la figura de San Judas Tadeo en su cúpula se reparó, al mismo tiempo que el santo crecía en popularidad.
La escultura de San Judas Tadeo fue colocada en el altar principal del templo en 1980, y desde entonces sus feligreses lo celebran cada 28 de octubre con peregrinaciones en las cuales se suelen vestir prendas blancas, además de llevar imágenes y figuras del santo para que reciban una bendición en la iglesia.
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