En la calle de Santa Veracruz 43, en la colonia Guerrero, y aunque alguna vez fue un recinto muy hermoso, ahora de eso ya no queda nada más que ruinas, aunque hay que decir que desde hace mucho se señalaba que la mejor opción para conservarla era reconstruirla desde cero.
El primer registro que se tiene de esta casa es de 1730, siendo una escritura de compra-venta del inmueble. En el documento se asienta que este lugar se localiza en la calle que va “del puente que dicen de los Gallos a la plazuela de San Juan de Dios”. Por el puente de los gallos se refieren a la hoy calle de Valerio Trujano.
El maestro de arquitectura y alarife mayor de la ciudad señaló de esta casa: “se midió el solar con una vara castellana y tuvo de frente 24 varas de oriente a poniente, y de fondo, de norte a sur, 38. La fábrica se compone de dos accesorias, zaguán y patio, y en él dos corredores sobre pilares de cantería, planchas de cedro, y en el patio cuatro aposentos y un pasadizo a la caballeriza, segundo patio y corral; también escalera principal de mampostería que desemboca en dos corredores en la misma conformidad que los bajos y por ellos vienen a las viviendas altas que son sala de recibir, sala de dos recámaras, dos cuartos de mozos, cocina y azotehuela común haciendo de sus piezas. Su fábrica es toda de mampostería, los techos altos y bajos de vigas de asierre y hechuras, las azoteas y pisos enladrillados, el patio y zaguán empedrado”.
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En 1824, Manuel Heredia, señaló en un nuevo avalúo de la casa que tenía que ser construida nuevamente desde los cimientos.
Aún así la casa cambió de dueños hasta que la casa fue adquirida por José Luis Requena, abogado que venía de Tlalpujahua, Michoacán y que había obtenido sus ganancias por la explotación de la mina La Esperanza.
El abogado en 1895 Requena estableció contacto con el pintor Ramón P. Canto, a quien le pidió copiar los diseños de los muebles que aparecían en las revistas de decoración francesas y posteriormente el licenciado le encargó a un ebanista que trajera a la vida esos diseños.
Lamentablemente él tuvo que abandonar el país en 1914, perseguido por Victoriano Huerta. Él vivió seis años junto a su familia en Nueva York, aunque posteriormente regresaron a habitarla hasta que falleció la última habitante de la casa.
Durante los años varias personas intentaron darle un mejor destino a la Casa Requena, como las arquitectas Luz Stella Collazo Sepúlveda, de origen colombiano, y la paraguaya, Blanca Victoria Amaral Lovera, quienes visitaron la casa para sacarle planos y estudiarla. Ellas establecieron los lineamientos para poder convertirla en un museo.
Además de ellas un grupo de arquitectos y diseñadores encabezados por Pedro Ramírez Vázquez. Durante tres años estuvieron investigando acerca del inmueble, sin embargo, posteriormente se retiraron del proyecto.
Finalmente, y lamentablemente, el 16 de octubre de 2005 a las 6:42 de la mañana la casa se desplomó. Esta casa fue comprada por el gobierno en 1982 y ahora hay peticiones para que sea recuperada. Por lo que habrá que esperar a ver cuál será el destino de la Casa Resquena, que fue reconocida en 1967 por las autoridades como un inmueble de valor histórico junto a su mobiliario.
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