El nacimiento de la colonia Roma (a principios del siglo XX) fue tan relevante que el mismísimo general Porfirio Díaz le dedicó una mención en un mensaje presidencial.
A más de un siglo de su creación, esta zona sigue siendo una de las consentidas tanto de los capitalinos como de sus visitantes, pues ofrece un abanico de posibilidades en todos los ámbitos aunque, por supuesto, destaca su vena gastronómica.
La amplia oferta culinaria se ve robustecida con la llegada de Altanera, la más reciente creación de la chef Lula Martín del Campo que, contrario al primer restaurante que abrió hace más de dos décadas, que rendía homenaje a la cocina italiana, esta propuesta enaltece la gastronomía mexicana.
A la voz de ¡Hagamos país! —lema que comparte con los grandes maestros Yuri de Gortari y Edmundo Escamilla— Lula creó un menú que extrae lo mejor de la tierra y el agua de México. Cada platillo transmite el orgullo de la chef por sus raíces.
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A pesar de que la calle de Colima ofrece infinidad de propuestas gastronómicas, a dos meses de su apertura el lugar es una fiesta.
Comensales tanto nacionales como extranjeros se dan cita no solo para degustar platillos que dejan claro porque la comida mexicana es Patrimonio de la Humanidad, sino para disfrutar una vista 360 grados de la quinta ciudad más poblada del mundo.
Y es que Altanera se ubica en la terraza de un edificio, ocupa los dos últimos pisos. De ahí su nombre y propósito: llevar a lo alto la cocina mexicana. ¡Y vaya que lo logra con platillos como pipianes, sopas de la milpa, caldos y barbacoa!
La riqueza de sabores te sorprenderá. Lo mismo puedes disfrutar una tostada de mariscos en aguachile rojo que un risotto de flor de calabaza, camarones zarandeados en recado negro, enchiladas de tinga de setas o crepas de huitlacoche bañadas en salsa poblana y gratinadas.
El maíz es una joya ancestral. Es el pilar de nuestra cultura y gastronomía. La chef Lula lo sabe y crea una carta donde este elemento juega un papel fundamental.
Dicen que en México existen más de 600 preparaciones con maíz: tlacoyos, gorditas, tamales, tortillas, atoles, bebidas como el pulque y el pozol.
Lula ofrece algunas de ellas como tetelas de frijol con mole negro, sopes de lengua, gorditas petroleras —rellenas de chicharrón prensado guisado, arúgula baby y queso Cotija— y las clásicas quesadillas, que pueden ser preparadas a tu antojo.
Los platillos con maíz son deliciosos, pero los elaborados con los frutos del mar no se quedan atrás. Camarones macerados en jugo de limón y sal, pepino, chile chiltepín seco y cilantro, kampachi al grill con salsa Talla, frijol, tortillas, ensalada de arúgula y verdolagas.
Los japoneses le llaman kampachi, pero en Baja California Sur lo conocen como ‘pez fuerte’ debido a la potencia que alcanza como nadador de grandes distancias.
Altanera también ofrece ceviche de totoaba, marinado en jugo de limón, sal, jitomate, cebolla morada y chile cuaresmeño, acompañado de aguacate, aceite de olivo y cilantro. Este pez blanco proviene, por supuesto, de fuentes legales, pues su caza está prohibida.
Las bebidas de Altanera tienen la misma calidad que sus platillos.
Su carta ofrece cocteles preparados con licores premium.
Kukulcán, por ejemplo, ofrece sabores tropicales gracias a una combinación perfecta de mango, coco y naranja, mientras que Cristero es una delicia que mezcla gin, Aperol, pulpa de guanábana, jugo de limón y jarabe natural.
Y el broche de oro —los postres— merece mención aparte, pues hay platillos memorables como el pastel de tres leches al cual, frente a ti, le vacían una generosa porción de cremosa horchata… ¡para chuparse los dedos! Y no te preocupes si tienes que compartir, pues las porciones son de buen tamaño.
Altanera no solo apapacha el paladar, también la vista. Sus techos retráctiles permiten la observación no solo de la Ciudad de México, sino de su cielo. Todo ello entre el verdor de decenas de plantas y de coloridos detalles inspirados en elementos prehispánicos.
No dejes de echarle un buen ojo a la vajilla, un muestrario de hermosas tonalidades y técnicas.
Cada detalle crea una atmósfera relajante. La música, una cuidada selección, suena a un volumen que permite la conversación, así que te sentirás como en la terraza de tu casa o en la de un amigo. Sin duda el plan perfecto.
Y por si todo eso fuera poco, Lula Martín del Campo es una incansable visitadora de comunidades en busca de pequeños productores responsables y comprometidos con el medio ambiente, el consumo local y sustentable, lo que crea una cadena productiva que mantiene la identidad y cultura mexicanas.
Aquí hay buenos sabores, excelente ambiente, gran servicio, comercio justo y una de las mejores vistas de la Ciudad de México… ¿qué más se puede pedir?
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