Marruecos

México y Marruecos: Más parecidos de lo que crees (y más deliciosos de lo que imaginas)

En una conversación cercana y llena de guiños culturales, el embajador de Marruecos en México reveló que ambos países comparten mucho más que un océano de distancia. México y Marruecos se encuentran en su esencia: en la calidez de su gente, en la riqueza de sus tradiciones y en la fuerza histórica que define su identidad.

Olvidemos por un momento los clichés que Hollywood y las telenovelas nos han vendido: Marruecos no es solo desierto y camellos, así como México no es puro nopal, mariachi y narcoserie.

Lo verdaderamente interesante empieza cuando nos miramos sin prejuicios. Y ahí, justo en ese cruce de miradas, aparece algo inesperado: somos casi la misma familia.


Un idilio de casi una década

Abdelfattah Lebbar, el embajador del Reino de Marruecos en México, compartió esos pensamientos durante su conversación con Descubre México.

Tras siete años de vivir aquí —tiempo que habla de una relación que va más allá de la diplomacia y de un conocimiento profundo de quiénes somos—, el diplomático se permitió una serie de reflexiones tan claras como reveladoras.

Con la autoridad que le da haber caminado nuestras calles, probado nuestra comida, escuchado nuestras historias y entendido nuestro carácter, nos habló de todo lo que México y Marruecos tienen en común: nuestras raíces, nuestras formas de celebrar, la calidez de nuestras sociedades y ese instinto casi inmediato de reconocer al otro como parte de casa.

Porque, a veces, solo hace falta que alguien que nos mira desde afuera —pero que nos conoce desde dentro— nos recuerde lo obvio: entre Marruecos y México hay menos distancia de la que aparece en los mapas.

Anécdotas diplomáticas

El embajador lo explica con una anécdota que él mismo cuenta entre risas: “Un amigo mexicano empezó a hablar en español en un mercado y el vendedor le dijo: ‘No, háblame en árabe, tú eres marroquí’”. 

El comentario no es exageración diplomática: allá también se habla con las manos, se compra tocando, se platica cerquita, se ríe fuerte y se come sabroso.

Según su experiencia, cuando un mexicano llega a Marruecos, “encuentra su segundo país”, y cuando un marroquí viene a México, “se siente en casa”.

Un parecido que empieza en la calle y termina en la cocina

Esa sensación de familiaridad va más allá del carácter. Se siente en la calle, en la cocina, en la manera en que ambos pueblos disfrutan el caos amable de los mercados, la vida pública, el ruido que no molesta porque también es música. 

Por eso la idea de que Marruecos es un destino lejano o inaccesible resulta falsa; en realidad es como viajar a una versión alternativa de México, con más especias, más desierto y un azul marino que parece inventado.

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Un país donde puedes vivir tres mundos en un solo día

Y es que Marruecos se las arregla para concentrar tres mundos en un solo día.

Puedes amanecer nadando en playas cristalinas, almorzar en una ciudad imperial donde las calles huelen a azafrán y terminar la tarde en las montañas del Atlas, donde hay nieve a treinta kilómetros de Marrakech. 

Si te queda energía, todavía puedes ver caer la noche sobre el desierto, como si el cielo hubiera decidido acercarse un poco más.

Marruecos
La ciudad de Chefchaouen 
Foto: visit_morocco_

La comida: el puente más poderoso entre México y Marruecos

Pero si la geografía sorprende, la comida seduce.

En Marruecos la gastronomía no es un trámite: es ceremonia, tiempo, fuego lento y aromas que anuncian desde lejos lo que está por venir.

El tajín se cocina en cazuelas de barro con tapa cónica donde se guisan verduras, carne y especias que perfuman el aire. 

El tagine o tajín, el plato más extendido en Marruecos.
Foto: visit_morocco_

El couscous, orgullo nacional, ganó recientemente el premio a la mejor comida internacional. Y el pescado… bueno, para entenderlo habría que probarlo.


El embajador lo resume en unas cuantas palabras que dejan todo claro: “Nuestra comida no es fast food”.

Lo mejor es que no somos tan diferentes en la mesa. A los marroquíes también les gusta lo picante, también les gustan los platillos que llevan dedicación, también disfrutan de comidas largas donde la conversación es parte del menú.

Todo lleva a la misma conclusión: lo que creemos distante en realidad sabe muy familiar.

Turistas que llegan como desconocidos y se van como vecinos

No sorprende, entonces, que Marruecos se haya convertido en uno de los destinos favoritos para los mexicanos que quieren conocer África. 

Y tampoco sorprende que los marroquíes tengan una fascinación especial por México, en particular por Oaxaca, Cancún, Tulum y La Paz, destino que el diplomático describe con entusiasmo.

“Tenemos una cultura idéntica. Hasta la piel, el comportamiento… somos iguales”, dice.

Por eso, agrega, urge tanto abrir un vuelo directo entre nuestros países, uno que incluso sería más corto que viajar a Madrid.

Dos países que se encuentran justo donde se complementan

La cercanía no es solo emocional: es estratégica. Marruecos es la puerta natural hacia África, el mundo árabe y Europa; México es la entrada a América del Norte y Latinoamérica. 

Cuando el embajador afirma que “Marruecos y México no competimos; nos complementamos”, resume una visión compartida por empresarios, universidades y gobiernos de ambos lados del Atlántico. 

Las recientes firmas de acuerdos entre Marruecos con organismos como la Confederación de Cámaras Industriales  de los Estados Unidos Mexicanos, el Consejo de Coordinación Empresarial de México buscan justamente eso: convertir afinidades culturales en oportunidades reales de inversión, comercio y colaboración tecnológica.

El 30 de septiembre quedó formalmente instalado el Grupo de Amistad México–Reino de Marruecos. Dicho grupo es encabezado por la diputada Nayeli Arlen Fernández Cruz, del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista de México, quien representa a la LXVI Legislatura Federal, y por el excelentísimo embajador del Rey Mohamed VI del Reino de Marruecos, Sr. Abdelfettah Lebbar.
Cortesía Embajada de Marruecos en México.

Y mientras los despachos estrechan manos, las universidades hacen lo propio con convenios que conectan Casablanca, Rabat, Fez y Marrakech con la Universidad Nacional Autónoma de México y otras instituciones educativas mexicanas como la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.

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El Día del Trono

La celebración del Día del Trono en México —la fiesta nacional marroquí— dejó claro que esta relación avanza a paso firme. 

Diplomáticos, legisladores, empresarios y miembros de la comunidad marroquí se reunieron en el Club Libanés para celebrar la entronización del Rey Mohammed VI, pero también para reconocer los avances bilaterales de los últimos años: acuerdos universitarios, reuniones empresariales, nuevos consulados, intercambios culturales y la esperanza del tan esperado puente aéreo.

Y ahí, entre música, especias y té, el embajador dijo una frase que podría resumir todo lo que está ocurriendo entre nuestros países: “Hay mucho por hacer todavía, pero ya caminamos juntos.”

El descubrimiento de un México paralelo

Viajar a Marruecos es comprobarlo por cuenta propia. Es mirar un atardecer en el desierto mientras el viento mueve la arena como si respirara; es perderse en un zoco (mercados tradicionales) donde el olor a pan recién horneado se mezcla con el de las especias.

Es tomar té en una terraza que parece suspendida en el tiempo; es encontrarse con rostros que, sin saber por qué, resultan familiares. Y es entender que es otro continente, pero no es otro mundo.

Porque Marruecos no queda lejos: queda en ese punto exacto donde empieza la curiosidad. Y cuando un país te hace sentir que eres de ahí sin haber llegado antes… ¿qué más puede pedirse?

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Como periodista tengo la misión, parafraseando al intelectual español Julio Anguita, de perturbar, de agitar el cerebro, de mover las conciencias. Para lograr esos objetivos me aferro al abecedario como otros se aferran al escapulario.


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